Las medias acomodadas por colores.
Será mejor no mentir: todas son blancas, entonces,
las medias acomodadas de acuerdo a la intensidad de su blanco.
Aún me resisto a tirar las medias rotas, no es nada de nostalgia, sufro de una pereza patológica que me impide arrojar las cosas a la basura.
Todo esto debería cambiar.
Los domingos siempre se traen sus promesas de cambio.
Radica en mi biología un proselitismo y una demagogia impulsada por el hígado y los pulmones, centro de acopio de mis excesos, que con gritos populares le prometen neurona a neurona, célula a célula un cambio radical y sensato, éstas víctimas de un positivismo extraño me arrancan de tajo de la cama y me ponen a ordenar las medias, Por ejemplo.
Las uñas de los pies se conformarían con un poco de justicia, y los cayos del talón se aferran a la idea de acompañarme para siempre.
Después de las jornadas, del discurso, del impulso, empieza la semana y todo retoma su matemática predecible, su naturaleza soportable.
Mientras tanto mis medias esperarán impacientes otro domingo de organización inservible.
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